Por: Ana María Estrada Tobón
La invitación es a no soltar la valentía, a seguir profundizando en nosotros mismos, para desempolvarla en nuestro corazón, que es el lugar desde el cual, sale toda nuestra fuerza y nuestro magnetismo.
Todos hemos tenido momentos y puntos de quiebre en el que nos ha tocado, llenarnos de coraje y hacer lo que hemos considerado que teníamos que hacer. Y al mirar hacia atrás y reconocer eso que hemos sido, nos damos cuenta de que todos somos materia prima fina y fuerte para poder asumir todos estos desafíos de manera sabia y con sentido de unidad sistémica de propósito superior.
De esta forma, se nos aparece también la invitación a trabajar la valentía primero con nosotros mismos, agarrando sin miedos nuestra autoexigencia, para abrazarla con compasión, de manera tal que podamos sublimarla, riéndonos a carcajadas de ese mundo de apariencias al que voluntariamente nos hemos sometido.
Después vendría otro momento, no menos desafiante, pero mucho más inspirador, que tiene que ver con que al “pararnos” en lo que somos, no sucumbamos a ese nicho que nos pide al mirarnos, -casi que con envidia-, que dejemos a un lado de ser, eso que somos, con la promesa de que podamos ser parte de. Qué inspirador camino: el persistir para que el nicho sistémico se mueva, evitando la resistencia, y moviendo en mí, lo que con Conciencia y sentido, responde a un propósito superior de humanidad. Al final, a pesar de las dificultades, nos hemos dado cuenta que ¡si tenemos la valentía, siempre habrá esperanza!
Marzo 29 de 2020