Por: Ana María Estrada Tobón
El trabajo de las Redes Colaborativas requiere un proceso por parte de cada uno de presencia y centramiento; haciendo conciencia del momento en el que se está, y de la manera en la que se asume cada situación, decisión y circunstancia. Aquí es fundamental tener claridad de la mirada, no solo de mí mismo, sino también de mi mirada del otro.
Lo anterior quiere decir: darme cuenta de a quién incluyo en mis conversaciones, por ejemplo, de a quién le doy importancia y por lo tanto tiempo, de qué es lo que considero fundamental para mí, y las personas que participan de esa clasificación de prioridades.
Por eso, el sentido de las Redes Colaborativas es muy simple: que cada uno dé lo mejor de sí, lo mejor que tiene para dar, donde lo que no se sabe se construye con el saber y la participación de todos, porque existe un proyecto común, que tiene sentido para todos los que están ahí.
Si bien es cierto que las expectativas nunca se cumplen, se pueden poner sobre la mesa, y se puede conversar sobre ellas. Pues ya no son individuales, sino colectivas. Su fuerza, radica en la conversación que podamos hacer con ellas, para poder co-crear un “algo” tal vez mucho más potente de lo que nos habíamos imaginado en las expectativas individuales.
De esta forma, las redes colaborativas requieren un nicho que permita un tipo fluidez que inhiba el desgaste. Y para que esto ocurra, implicará que todos estemos atentos a permitir que cada uno surja desde lo que es…
Noviembre 15 de 2019.