Por: Ana María Estrada Tobón
Los tiempos de las personas pasan por su nivel de conciencia y de entendimiento, por su comprensión de lo que pasa, desde la capacidad que tengan de “permitir que surja lo que está queriendo surgir”, sin empujar… es una técnica bastante sutil, pero increíblemente poderosa: pues lo que está emergiendo, es con lo que se tiene que trabajar.
Pero primero, tiene que emerger. Y eso que emerge, como bien lo dice Otto Scharmer, no se puede pronosticar, ni siquiera desde la experiencia que da la historia y el conocimiento de la vida misma y de la organización. De hecho, eso es lo primero que se tiene que soltar, bajo el convencimiento de que esa historia, está siempre presente, haciendo lo suyo; pero que las personas van migrando, van transformándose, y nos pueden sorprender.
En este sentido, con respecto al tiempo, en la metodología de las Redes Colaborativas la clave fundamental está en que las personas puedan acceder y acudir a un hacer tranquilo y aparentemente “sin afanes”. Lo que pasa es que trabajar desde ahí, ni es común, ni es bien valorado. Pero nada más oportuno para un trabajo en el que necesitamos juntarnos con otros.
Y ese juntarse con otros, requiere que aparezca la emoción fundamental de la apertura y de la desprevención. Es decir, se trata de que puedan entender que pueden seguir e incluso mejorar su eficiencia y eficacia, soltando sus certezas y entendiendo que los procesos de aprendizaje no suceden solamente desde la teoría. Y que la vivencia genera una “impronta emocional”, difícil de olvidar.
Cabe resaltar, que al inicio de los procesos de transformación cultural desde la Teoría U de Otto Sharmer, es común iniciar con la aplicación directa del lado izquierdo de la “U”, en la que aparentemente “no pasa nada”, pero en la que en realidad, todo está pasando. El lado izquierdo de la “U”, invita a soltar los apegos a las expectativas, a que algo pase en ese espacio, y por eso, se invita a moverse en el espacio físico, a cambiar de lugar en el espacio, para que realmente se viva una metáfora del cambio de ubicación interior. Y es precisamente en esos momentos en los que pareciera que “no pasa nada”, lo que facilita que las personas se inspiren y se dispongan a participar con honestidad y compromiso.
De esta manera, el tiempo tiene un significado fundamental debido a que en la cultura empresarial, representa una de nuestras mayores frustraciones. Ya es bien conocida esa famosa frase de: “ay, que yo tuviera más tiempo…”. Sin embargo, los tiempos en los que las personas reflexionamos y sentimos, siguen siendo relativos.
Eso significa que si yo tengo un proceso de manufactura en una empresa, es posible que pueda establecer unos estándares casi que precisos de los tiempos del proceso. Pero desafortunada o afortunadamente, eso con los seres humanos, no pasa. Y no pasa por nuestra hechura biológica-cultural pues somos un océano de emociones que nos inundan y nos “rellenan” con confusiones y claridades entremezcladas, que terminan en una bellísima obra de arte del claroscuro.
La invitación es a fluir con el tiempo, con los tiempos personales y con los formales, aportando nuestra mejor contribución, así como permitir los tiempos en los que “no pasa nada” para que pase todo y facilitar lo que quiere emerger.
Agosto 27 de 2019.