Por: Ana María Estrada Tobón
«Las personas nos transformamos juntas en la convivencia unos con otros», tal como lo dice el maestro Humberto Maturana. Y todos tenemos de manera auténtica y honesta nuestra propia contribución.
La máxima expansión y aporte está en que cada uno de los que hace parte del nicho cultural organizacional, estén dispuestos a ser lo que de verdad, ellos son. Solo así, en medio de esa diversidad, la organización podrá enriquecerse, innovar, renovarse permanentemente y tener la movilidad necesaria para asumir los desafíos actuales.
Al mismo tiempo, es muy exigente, al invitar al individuo a hacerse cargo, primero de su propia forma de estar en el nicho organizacional, pero también al llevarlo de manera natural a que vea y resignifique la conexión de su hacer con un entorno sistémico mayor, más trascendente y de mucha más amplitud.
Por esta razón, es indiscutible que ello requiere mucha valentía, fuerza interior, que se materializa en lo que en Confluye llamamos Lugar Interior, tomado de la condición interior de la que tanto nos ha hablado y enseñado Otto Scharmer.
De esta manera, se trata de que la organización propicie la recuperación del individuo para sí mismo, en toda su potencia y expansión y con sentido de vida trascendente, motivando la ruta mediante los tres pilares fundamentales: el darse cuenta, el sentido y el hacerse cargo.
De esta forma, su columna vertebral, es siempre la conversación, que implica un dar vueltas juntos con el otro, sin cálculos, ni “estrategias” que eviten que nos encontremos como lo que finalmente todos somos: personas; devolviéndole el respeto a la relación y dándole un lugar a cada uno de los involucrados.
Enero 10 de 2019