Por: Ana María Estrada Tobón
Competencia vs colaboración es el tema hoy en las organizaciones contemporáneas. Durante muchísimos años, hemos aprendido una forma de operar que concibe al ser humano, como un ser en solitario, que a partir de su propio esfuerzo genera unos resultados.
El reto hoy tiene que ver con que seamos capaces de movernos de manera colectiva, generando comunidades de sinergia, en donde el otro deja de ser mi competidor, para pasar a ser “mi compinche”, unidos por un propósito común, que pasa por el mundo de las emociones de los miembros de un mismo equipo de trabajo. Tarea no fácil por demás, si tenemos en cuenta de que nuestra noción de escasez cultural, nos ha llevado a pasar por encima del otro, en caso de que sea necesario.
La colaboración se expresa a partir de otra emoción muy diferente: tengo la conciencia de que si el propósito es de verdad “común”, no puedo desarrollarlo en solitario, y me oriento a alcanzarlo con otros, que tienen habilidades diferentes a las mías.
Es retador y fascinante que el ser humano, no solamente, pueda darse cuenta de sus propias limitaciones, sino que también las pueda poner “sobre el tapete” con la claridad de que no le corresponde saber de todo, y conocerlo todo, ni mucho menos, moverse en todo.
Le corresponde poder conocerse a sí mismo, desde el “recordar” quién es en realidad, para que a partir de su propio autoconocimiento, pueda reconocer, habilidades que el otro aporta al logro de ese propósito común y ese direccionamiento estratégico.
El lugar desde el cual miramos al otro, nos ayuda a que podamos entender que el otro puede hacer las cosas bien, si así lo quiere; desde nuestra naturaleza biológica, los seres humanos queremos desarrollar nuestro hacer de manera impecable; si entendemos esta sencilla afirmación, nos daríamos cuenta de que cada uno de nosotros se ubica con conciencia o sin ella, en aquel lugar en el que nos sentimos cómodos y seguros.
Cuando eso no sucede, cada vez nos volvemos más torpes e inseguros; lo que significa que aprendemos y replicamos un vivir en malestar. La gerencia co-inspirativa se fundamenta precisamente en esa confianza: de que las personas queremos hacer las cosas bien; y desde ahí, actuar en consecuencia.
Es igualmente retador asumir esa confianza a priori. Pero es un camino fluido y en bienestar; y finalmente, es la única manera en la que los colaboradores al interior de una organización se pueden transformar desde su sentir más íntimo, al ver a otros colaboradores coherentes que se mueven en la confianza, se preguntan por su moverse desde el control.
Esta mirada está lejos de ser ingenua. Todo ser humano tiene el derecho a moverse en la confianza.
El que el otro sea digno de mi confianza o no, le corresponderá a ese otro, hacerse cargo. Pero no tengo por qué sufrirlo y padecerlo yo, generando un comportamiento que me aleja de mi esencia fundamental colaborativa y mi bienestar.
Eso implica, soltar las expectativas de manera decidida; es decir, no esperar a que el otro cambie, o que entienda lo que yo le quiero decir. Solo moverme en consecuencia y estar atento a lo que vaya surgiendo.