Por: Ana María Estrada Tobón
La queja surge como resultado de un engaño interior profundo. De esa incapacidad de asumirnos en lo que somos. Hermosa afirmación la de Maturana: “uno está donde quiere estar, así diga que no quiere estar”. Siempre estamos conservando algo, que para nosotros es importante.
Desde ese lugar, no vale la queja, no sirve para nada. Siempre podemos ocuparnos: o hacemos lo que tengamos que hacer para que de manera responsable nuestro nicho cambie; o si definitivamente no hay cómo- que puede pasar- pues las puertas siempre están abiertas.
Qué tan inspirador que siempre podemos irnos a buscar un lugar en el que sintamos que podemos contribuir de una manera empoderada y potente.
En cambio si nos quedamos en la queja, nos estamos irrespetando terriblemente a nosotros mismos, mostrando la pobre mirada que tenemos no solo de nosotros, sino también del nicho que generamos con nuestro vivir: es decir, no somos capaces, porque nos da miedo de que ese movimiento, no nos vaya a salir bien. Y el que nos salga bien, o no, nunca es importante; porque cuando uno se asume, siempre sale bien, porque uno tuvo el valor de ser consecuente consigo mismo.
Nuestra misión consiste en tener el suficiente amor propio para nunca rendirnos, para hacernos cargo y ser consecuentes con nuestro lugar de conciencia y con el respeto por nosotros.
Abril 3 de 2019