Por: Ana María Estrada Tobón
La confianza es el elemento fundamental que invita a un ponerse en las redes colaborativas pues sin confianza, no hay cómo colaborar.
Ésta también se construye en la conversación, y trasciende cuando se permite que -como bien lo diría Otto Scharmer-, surja lo que tenga que surgir: el futuro que está allí emergiendo, segundo a segundo, y que no hay cómo controlar, pero que tiene una conexión sistémica con el devenir organizacional y del nicho más amplio que convoca e invoca a todos los actores.
Sobre esto, precisamente, en el siguiente fragmento del libro “Tao Te King de la Empresa”, encontramos un texto muy revelador:
“La confianza es como el amor. O es incondicional o no es confianza. Si usted dice: «Confiar en las personas que me demuestren que son de confianza», lo que está diciendo realmente es: «Soy desconfiado, y la verdad es que no confío en nadie». Si usted impone condiciones a su confianza, tendrá que gastar mucho tiempo y energía para determinar en quién puede confiar y en quién no. Usted debería confiar en todas las personas con las que trabaja, tanto en los directivos que están por encima de usted como en sus subordinados. La única posibilidad aparte de esta es empezar por no confiar en nadie y hacer que cada persona le demuestre que es merecedora de su confianza. Esta opción conduce a unas relaciones personales estériles, debilita la moral, reduce la productividad y retrasa el propio desarrollo de usted como líder”. Tao Te King de la Empresa.
De esta manera, también la falta de confianza se deriva en una falta de amor, al no permitir que el otro surja como lo que es, lo que se traduce y evidencia, en la frustración.
Me frustro porque las personas y las cosas, no son como yo quisiera que fueran. Y pues esto, es también un aprendizaje de humildad y de mirada compasiva. Desde ahí, es necesario que cada uno pueda revisar su mirada del otro: cómo miramos a ese otro que es diferente y que tiene cosas que no me hacen sentido. Pareciera que nos paráramos en un lugar de exigencia en el que el otro, me tenga que gustar. ¡Y no es así!. Nada ni nadie me tiene que gustar…
El vivir organizacional, es el que es: con todos sus aciertos y sus posibilidades de mejora, pero ahí va en su proceso. Por eso, es fundamental permitir soltar el control, los prejuicios y abrazar la diferencia, para fluir en la confianza… pues sin confianza, no hay cómo colaborar, construir y crecer juntos.
Julio 26 de 2019.