La Fuente

Por: Olga Cecilia Baena Gaviria

Muevo un punto y con la historia de su movimiento, creo una línea.

Aprendo que mi creatividad cambia de forma en todo momento. Depende de mis ideas. De mis intenciones. De las acciones. De los instrumentos que utilizo. De mis ciclos que suben, bajan, se llenan y se vacían como un río, cuyo cauce son miles de puntos, miles de líneas.

Hay tantas líneas invisibles en mi vida que parece que sólo estuvieran en mi imaginación, pero imposible no sentir la huella. Mi ser interno siempre se manifiesta. Tengo claro que hay una línea muy delgada entre la alegría y la tristeza, entre la luz y la sombra, entre el optimismo y el pesimismo… Es mi decisión estar en uno u otro estado. No temo a esos cambios en el movimiento. Con un acto creativo consciente, me suelto en el fluir de mi vida y enfrento con fuerza cualquier barrera.

Imposible sucumbir a gozar de un paisaje donde se cruzan las aguas del mar con el infinito cielo, o de una floresta espesa de árboles caídos y tapizada de hojas secas, o de unas aguas en reposo y de la sinuosidad de las arenas de un desierto. Como observadora creo mis líneas de separación y dibujo los contornos. Dependen de mi mirada.

Pinto lienzos con brotes de pintura y plasmo en ellos mi sentir: un jardín florecido, un colorido zoológico, una ciudad flotante, los rastros de una tormenta o unos nevados perdidos. Algunos ven mis ideas, otros sólo sospechan unas sombras. Las miradas están atravesadas por las emociones.

La infinitud de líneas nace de mi hontanar. De mis voces espiritual, emocional, racional; de mis manos, de mi fuerza, de mis huellas; de mi hambre, de mi sed, de mi aliento. Basta ir a mi lugar lleno de esencia para que emane la ambrosía de mi fuerza creativa y para que ese movimiento solitario, que yergue por los caminos, inspire a otros y alimente infinitas posibilidades de creación y contemplación.

Mis líneas, sus formas y movimientos, son el resultado de mi llenura o de mi vacuidad. De mi pureza o de mi contaminación. De mi sabiduría o de mi ignorancia. De mi rigurosidad o de mi laxitud. De mi sencillez o de mi arrogancia. De mi madurez o mi decadencia…

Mi vida es la historia de mis movimientos.