Por: Ana María Estrada Tobón
La impecabilidad en el hacer es una consecuencia de ser lo que somos y no una meta a alcanzar en nuestro operar. Estamos entonces hablando de dos emociones bien diferentes: cuando lo impecable se convierte en una meta, la emoción que nos acompaña es la exigencia y el esfuerzo y por eso nos agotamos. Pero si por el contrario, es una consecuencia de un lugar interior de conciencia de la propia contribución, la emoción que nos acompaña es la de la expansión y la potencia de aquello que somos.
Por ello, es fundamental la importancia de la impecabilidad en lo que hacemos que surge, de manera natural, a partir de un lugar interior de contribución. Pero no ocurre así, cuando perseguimos la impecabilidad desde la exigencia, o la evaluación.
Hemos aprendido a que la vida se limita a esforzarse para poder hacer méritos. Sin el esfuerzo, la recompensa no viene.
Esto de ser humanos y de conocer nuestra deriva biológica cultural nos ayuda a entender, que si ponemos nuestra presencia, conciencia y atención en lo que hacemos, sin pretender llevar a la persona, circunstancia o dificultad para ninguna parte, el nicho organizacional se moverá en consecuencia con las necesidades del sistema y generará el futuro que está queriendo emerger; y que hace parte del concepto de deriva natural del que tanto nos ha hablado Maturana.
A la hora de la verdad, la organización será sostenible hasta el momento que tenga sentido su existencia para todos sus actores de interés y de sentido.
De esta forma, es oportuna para esta reflexión, la distinción que hace Maturana sobre el bienestar y el no esfuerzo:
«Así quiero vivir, nos decimos, y entramos en la búsqueda de un bien-estar que, en nuestra intimidad, sabemos que conocemos, pero que no sabemos cómo encontrar. Ocurre, sin embargo, que en el ansia y el esfuerzo por lograr el bien- estar del paraíso, muchas veces nos atrapamos en el intento de ser impecables en la realización de la descripción de los procedimientos que las distintas teorías místicas, científicas o políticas nos proponen como efectivos para obtenerlo. Ocurre también que en ese intento, muchas veces no vemos que es justamente en el esfuerzo por encontrar el paraíso que lo perdemos, y nos damos cuenta de que el bien-estar del paraíso ocurre espontáneamente en nuestro vivir cuando nos encontrarnos haciendo lo que quiera que hacemos en el no-esfuerzo del sentir-actuar desde el amar». Tomado de: El Árbol del Vivir. Maturana y Dávila.
Abril 30 de 2019.