TDH Cultural

Por: Sara Martínez Ramírez

Poli crisis y soluciones poli-sistémicas son dos elementos que aparecen en la propuesta de Otto Scharmer para hacer frente a los cambios que estamos necesitando como humanidad, pero que no logramos materializar.

Todos sabemos que nos urgen cambios en nuestros modelos económicos, en las gobernanzas, en sectores como la educación y la salud por nombrar algunos, pero no resulta tan fácil, ni es suficiente el hecho de querer cambiar. Algunos asumen que traer lo plural sistémico a estas necesidades de cambio hace parte de un discurso posmoderno que no da norte a las causas reales, como si existiesen únicas causas, y por supuesto, cuando me refiero a causas no solo estoy hablando de raíces sino también de luchas.

Se trata de un asunto sistémico, ya no puede ser un tema directo porque no existen tales vías, y no puede tratarse más superficialmente porque no está siendo suficiente, no basta con cubrir los pisos de cerámica y seguir caminando en caprichosas direcciones, no basta con enchapar con nuevas lozas las democracias, montando sobre lo viejo “los nuevos” planes pendientes, re estructurando las paredes, imponiendo las formas esperadas por años para los representantes de los proyectos políticos, formas ya no esperadas por nadie más. No basta con el liderazgo de turno con la fuerza que da la perenne autoridad. Debemos regresar a un lugar central, nuclear y profundo, eso es regresar a la fuente de nuestras intenciones en este vivir-convivir, y para ello necesitamos tiempo, tiempo para entrar, conectar, tocar lo profundo, tiempo para recuperar el suelo de nuestro campo social.

Propone Otto Scharmer en su charla de liderazgo ecosistémico del presente año en Chile[1],  una idea frente al desarrollo del Ser, como elemento estructural sobre el cual hay que trabajar para lograr el cambio necesario, un enemigo -a mi juicio excepcional en su descripción- que nombra como el TDAH Cultural. Sin precisar si hace referencia exacta al Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad, no puedo dejar de pensar en la lógica que ello tiene hoy: si hay déficit de atención y mucho estímulo alborotado, hay poca capacidad de detenerse para ver las conexiones de lo plural que acontece en los sistemas, el grito permanente es: necesitamos respuestas rápidas, no tenemos tiempo, hay hiperactividad. Entonces no puedo dejar de pensar en las consecuencias de lo que el  llamado agilismo en sus inicios trajo al mundo de las instituciones y organizaciones con sus necesidades frustradas de innovación orgánica. Y esto es lo que observo:

Ya íbamos rápido en la incesante búsqueda de ser cada vez mejores, los sistemas de planeación y calidad con sus ciclos, se venían acortando, y aunque los ciclos anuales eran cada vez más una ilusión, queríamos recortarlos más en el discurso, entonces antes de la pandemia y  desde el 2010 ya nuestra forma de leer los resultados se consumía a sí misma y afectaba la calidad de nuestra atención: Planear desde los meses de octubre las metas del siguiente año hasta los presupuestos, hacer acorde a lo planeado, apoyados en los sistemas que recordaban las fechas de corte, los tiempos limites, –clarooo que con posibilidades de ajustes. Eso si bien justificadas– Luego valorarnos frente a las expectativas, lo que se cumplió, lo que no se cumplió y por supuesto lo que superó las mismas, y finalmente actuar frente a los resultados. En estas formas que parecen tener respiro, los seres humanos en las instituciones y empresas ya corríamos pero los resultados no aparecían a la velocidad esperada, en fin, insatisfechos.

Lo bueno, vale decir se esperaba, porque para eso es que trabajamos. Lo que queda por mejorar requiere un plan de acción, y lo que no se logra no tiene más que razón de ser en la insuficiencia o en “la mala planeación”.  Ello generó sin darnos cuenta que cada vez las personas en nuestros sistemas sociales (empresas, academias, instituciones y otros) se cuidaran más de aquello con lo que pensaban comprometerse, se apegarán a lograr lo que se habían propuesto y dejaran de escuchar lo emergente. La consecuencia sistémica de ello, fue sin embargo, no la falta de entusiasmo por el logro sino la falta de compromiso con el propósito más amplio, general, el lugar hacia donde vamos todos, y un aumento en la defensa de los propios resultados. La lentitud en los resultados versus el corre-corre de las personas, no era consecuencia de un cambio de ritmo de los sistemas del planeta y los gremios, sino un efecto del individualismo, en unos ciclos de planeación auto fagocitantes.

Algunos se percataron desde antes, que las planeaciones tenían que tener otras formas, más disruptivas, con menos apegos, más abiertas a los ajustes, y por supuesto que permitieran los movimiento emergentes y necesarios, de lo contrario ¿cómo iba a aparecer la innovación? Para innovar en los sistemas tenemos que darnos el permiso de romper los esquemas, de iterar, de hacer ensayos prontos, de tomar los mangos bajitos, para ver cómo se va dando la cosa. Se inició con una emergencia de ideas soportadas en programas que movilizaban la fragmentación, ideas que se ponían a competir por el premio, el patrocinio, filtros, formatos para calificar, estimulando la creatividad individual. Ideas miles que se fueron al bote, porque al ser planteadas desde el aislamiento no contemplaban las necesidades más amplias, disminuyendo la  capacidad de lectura colaborativa de nuestra atención.

Después la innovación como ejercicio colectivo: formar grupos, lluvias de ideas, juntarnos para ser creativos, pensar, ensayar formas diferentes, y materializar. Entonces como borbotones se formaban grupos espontáneos cargados de sueños. Pero algo también faltó… pues era otro tipo de aislamiento, aunque fuese grupal. Sin darnos cuenta fuimos inyectando más velocidad, empezando por salir primeros cuando de competencia se trata, y continuando con salir rápido en actividades grupales que requieren de alguien que al final diga cómo son las cosas, de lo contrario, no se logra  -ya sabemos lo que trae la trampa de la falsa participación, donde no solo se convoca para dar la impresión de que se tiene en cuenta, -gobernanzas naranjas- y las personas quedan con la sensación del perder su tiempo-. Lo colaborativo real tomó muy mala fama por este asunto, ya nadie quería participar de mucha reunión para crear y regresamos al espejismo de las reuniones efectivas, en otras palabras: rápidas.

Todo lo anterior como tecnologías sociales de nuestras formas de planear e innovar, que conllevan a una disminución enorme de la calidad de la atención, en primer lugar por efectos de la hiper actividad, pues pocos tienen el lujo de decir que sobra el tiempo cuando de producir se trata, no hay manera de detenerse, el agilismo va generando miles de ideas que salen por los pasillos de las instituciones estrellándose unas con otras, torres de babel de la creatividad, velocidades que afectan el suelo sobre el cual corremos sin observar.

Pareciera que no modulamos, que nos vamos de un extremo a otro; de la planeación a la no planeación, de las reuniones a las prohibición de las mismas, del procedimiento al ensayo bajo riesgo, lo que se refleja en una tendencia donde el individuo no puede -detenerse- o está en las muchas cosas, o no está en nada.

Eso si vemos de todo en poco tiempo, desde noticias hasta letreros, datos de banco, fotos de Instagram, posibles compras, cifras, cuadros, colores, le paramos bolas a todo y como el aumento de los datos expuestos está sobre la mesa, creemos que nuestra atención mejora porque estamos viendo mucha cosa y estamos “siendo capaces” de decir a todo que sí.  La planeación hoy, nos invita a cambiar de ruta casi permanentemente, atender el llamado, decir que si a todo lo nuevo, que son mil cosas, un amasijo de conexiones frágiles que no permiten que emerjan lo que realmente nutre.

La consecuencia: poco tiempo para la atención de calidad lo que genera que no vayamos lo suficientemente profundo en nada e inhabilita la capacidad de responder, incapacidad de presenciar, y generamos los mismos resultados de los cuales nos aquejamos, no sabemos por dónde iniciar. Para afrontar la poli crisis con soluciones poli sistémicas debemos conectar con nosotros mismos, y nuestra forma de atender el mundo, con nuestra escucha, para que las cosas se expresen a su propio ritmo, pues ¿quién dice que algo va lento o rápido, según qué? Todos sabemos que nos urgen cambios en nuestros modelos económicos, en las gobernanzas, en sectores como la educación y la salud por nombrar algunos, pero no resulta tan fácil si respondemos a la “matriz de manipulación” con la misma prisa, nos vamos por donde va Vicente, y en términos de Maturana no nos permitimos la capacidad reflexiva, en otras palabras nos mantenemos en un evidente Trastorno de Atención.

[1] Charla Otto Scharmer: Liderazgo ecosistémico para un futuro emergente https://www.youtube.com/watch?v=Bm54KY9cot4&t=2262s